Cruzado mi pecho con piezas
de metales,
dulces avellanas
y perlas rotas,
tapado con negros y marrones,
arenas y ocres,
extrañamente estampado
con motivos
sin motivo claro,
se engalana de fortaleza
para partirse en dos
cuando la mirada del otro,
vestida de deseo,
se posa en mis ojos
o en mi cuerpo.
Mi corazón a un lado
y mi razón al otro.
No crea Vd.
que no anhelo sentir su mano
sobre mi mano
y dirigirla
hacia donde su instinto me indique
Suponga Vd.
que comparto un sueño
en el que mi pecho descubierto
se abre a su boca ardiente.
¿Cómo decir este deseo de alma?
Un deseo divino me devora; pretendo hablar, pero se rompe
y llora esto que llevo adentro y no se calma.
Alfonsina Storni